Reflexión sobre un elemento típico de la narración telenovelística.
Esta es una escena característica de una novela: la malvada contrafigura irrumpe en la casa de la protagonista y le dice que va a acabar con ella. La pobre prota replica algunas cosas, que son respondidas con odio infinito por su contrincante hasta que se acaba el libreto de la escena. Y es ahí cuando aparece el sujeto de este artículo: entre el último parlamento de la escena y la coletilla de salida a comerciales, los actores entran a los “planos reacción”. Es ese rato en que los personajes se miran entre ellos inactivos como retándose, como incitándose, como desconcertados, como llorando, como cínicos, como tragando grueso esperando un tsunami que resuelva todo, como preguntándose que carajo hacemos aquí mirándonos tanto rato.
Es una situación de tanta tensión, que usualmente a mi me gusta prolongarlos en las grabaciones, y atrasar la palabra “corte” o “negro” o “vamos a chequearla”, para esperar que de tanto aguantar la tensión los actores rompan a reírse.
De donde le salió a la telenovela este elemento tan identificativo, que todos digerimos normalmente, que a nadie le extraña. Tomás López-Pumarejo, en su libro “Aproximación a la Telenovela”, plantea que estos planos reacción son importantes para que el espectador haga su propia interpretación de lo que continuará, y así aguantar el corte comercial para ver si el resultado de la escena es el que imaginó al ver los planos reacción.
Yo no sé. No estoy seguro que sea eso. Porque (ahora viene la cosa política y del país, para que no piensen que el título era un engaño) he comenzado a descubrir que el plano reacción es tan inherente a los venezolanos como a la telenovela, sobre todo en estos últimos tiempos.
Si no comparten mi opinión imagínense la telenovelización de esta escena que les voy a narrar: Un grupo de personajes imaginarios y opositores marcha en contra de Chávez y logran convocar un referendo revocatorio. Se convencen de que el revocatorio lo van a ganar y felices van a votar contra Chávez. Salen eufóricos a esperar el ansiado resultado que nos liberará de la pesadilla que ha sido este espeluznante gobierno bolivariano. Todo va de lo más telenovela de horario todo público. Pero el perverso escritor de esta telenovela que nos imaginamos, da un giro dramático al escribir una secuencia desgarradora. Pone en una trasnochada cadena nacional al CNE para corroborar nuestra peor pesadilla: Perdimos. Todas nuestras esperanzas desaparecen en una sola escena. Como si no fuera suficientemente horrible, traen dos actores internacionales, por un convenio entre nuestra televisora imaginaria y la OEA y el Centro Carter. Creemos que ahora sí tenemos una esperanza, pero al final de nuestro capítulo imaginario de ese día, se confirma la desgracia: ganó, ganó y ganó. ¿Que hacen nuestros actores imaginarios? Suponíamos que se lanzarían en una lucha titánica defendiendo sus ideales, su certeza de que les hicieron trampa, su voto. Pero no. En contra de todo lo que hubiésemos esperado, hicieron lo que un típico personaje de telenovela: ¡Planos reacción! Se quedaron en planos reacción. Nada más y nada menos que los planos reacción más largos de la historia televisiva, de la historia nacional, y de la historia política de Venezuela.
¿Porqué los personajes no continuaron con su sueño de novela? ¿Qué hacían? ¿Qué hacen? Pues como en la telenovela, solo se miran entre ellos inactivos como retándose, como incitándose, como desconcertados, como llorando, como cínicos, tragando grueso como esperando un tsunami que resuelva todo, como preguntándose que carajo hacemos aquí mirándonos tanto rato.
Pero aquí viene lo peor, se quedan en planos reacción por minutos, horas, días, meses y ya van casi tres años desde esa triste escena y no terminamos como sociedad de dejar los planos reacción. Inactivos, cargados de muchísima tensión, pero inactivos. ¿Será que esto no era una telenovela? ¿O será que nos imaginamos una novela que no era posible? ¿Y si no es una novela? Ya sé. Entonces es una película de terror durísima, de terror de los buenos, porque no se ha terminado una secuencia aterrorizante, cuando entramos de una vez en otra peor.
No sé. No sé. (Insertar aquí un buen plano reacción)
Yo por mi parte me he propuesto tratar de informarme, pensar, entender… y escribir este blog, a ver si logro salir de la maldición de mi propio plano reacción. Sin embargo, como un simple director de telenovela que soy, no me queda sino dejar que mis actores imaginarios sigan ahí todo el tiempo posible hasta que la tensión sea tal que exploten, ojalá, en una relajante y plácida carcajada como cuando grabamos nuestra telenovela.
‘Lírica’, de Gustavo Ott
Hace 1 semana.